Con prisa, después de leer algunas páginas más de un libro que hace unos días empecé, le hablé por teléfono a mi tía, que había ido con mi abuelita a comprarnos el desayuno.
Se suponía que irían a McRoña (como dice tocayits) y fueron, pero ya no había hotcakes.
Salí corriendo de puntitas con afán de pasar desapercibida por los del autolavado de enfrente y pensando que en realidad no fue así, me valió madre.
Compraron el desayuno en el big boy, lo supe desde que vi las cajitas blancas de unicel y al abrirlas, uy, más segura al ver la rodaja de naranja y las ramitas de perejil rizado.
Algo dijo mi abuelita de unas papas poblanas que me compró a falta de hashbrowns.
Cuando las vi, lo primero que se me vino a la mente fue la ensalada alemana de papa que una mamá de algún compañero llevaba a las fiestas de la primaria.
Comí lo más rápido que pude, subí, escribí y me fui.
bye.
domingo, diciembre 7
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